viernes, 29 de julio de 2011

TORU TAKEMITSU: A String Around Autumn, para Viola y Orquesta; y I Hear The Water Dreaming, para Flauta y Orquesta.

Dos obras del compositor Japonés Toru Takemitsu (1930 - 1996): A String Around Autumn, para viola y orquesta de 1989 y I Hear the Water Dreaming, para flauta y orquesta de 1987. Extraídas de una grabación realizada por la BBC National Orchestra of Wales dirigida por Tadaaki Otaka.






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Lao-Tse empieza el Tao Te Ching con el siguiente verso: “Por lo que respecta al Tao, el Tao que puede expresarse no es el Tao permanente; En cuando a los nombres, el nombre que puede nombrarse no es el nombre permanente…”. Este primer verso del Tao Te Ching nos dice que el Tao cuando intenta expresarse en palabras, ya no es. Es decir; El Tao, y su concepto, va mucho mas allá de las palabras y el solo hecho de intentar describirlo lo hace desaparecer. Pues esto es lo que ocurre con la música de Takemitsu, ¡cuando se intenta describir desparece! O como dice Chuang-Tse: “El Tao puede ser alcanzado pero no visto”. Es decir, como la música de Takemitsu, puede ser sentida pero no expresada, intuida pero no clasificada. Por que sus conceptos van mucho más allá de las palabras, las formas y conceptos racionales. La música de Takemitsu es una experiencia interior, una sensibilidad que se capta y percibe más y mejor cuando más liberamos y separamos nuestra parte racional o formalista de nuestra mente sensible. Es decir, intentar entenderla formalmente o analíticamente va en contra del propio objetivo de intentarla entender o comprender sensiblemente.

Una de las características fundamentales de la música de Takemitsu, y que en los títulos que pone a sus composiciones se puede apreciar, es la naturaleza. La naturaleza como un Todo, fuente y vida. Su música es como la naturaleza misma, y esa música reflejada dentro del Hombre produce un estado de ánimo semejante al temperamento o alma de lo natural. Al sentir su música sentimos lo natural. Su música es el conjunto de comportamientos de la naturaleza, su forma de ser, su parte más serena y estable. La naturaleza reflejada como un Todo, sin nada fuera de ella. Sus composiciones perciben y captan con pureza todo lo que hay en la salida de la luna sobre un jardín, el fluir de un riachuelo, el movimiento de las hojas movidas por el viento, la caída de gotas de agua sobre un estaque, el revoloteo de una mariposa sobre una flor, la caída de una hoja marchita de un árbol, el deshielo lento de la nieve en el bosque, las olas reposando constantemente sobre la playa, el reflejo de las nubes en las aguas tranquilas de un lago, una nube cruzando la cima nevada de una montaña…    

Takemitsu y su música perciben la naturaleza en su estado puro. Capta su fluir, sus movimientos, sus formas, lo que nace y lo que se extingue, todo lo que Es con Naturalidad. Su música nos lleva, hacia un concierto de formas, timbres, pinceladas, de ruidos y movimiento que, al concordar y formarse, producen una idea de conjunto que en palabras llamamos Música. La única Música real que puede ser, ya que solo existe el Ser y la Naturaleza. Una visión orgánica donde todo el Universo está implícito en cada uno de sus miembros, todo el universo esta en un pétalo de flor, en una brizna de hierba, una gota de agua.

El Hombre, como miembro del universo, también forma parte de la naturaleza. Y debe comportarse como ella y con ella, por que es ella. Como la Viola “humana” en “A string Around Autumn” o la flauta “humana” en “I Hear the Water Dreaming”. El propio Takemitsu dice: “… ¿Por qué a veces trato de expresar una profunda impresión cuando la naturaleza me conmueve? Porque pienso en seres humanos reflejados en esas escenas, en lugar de en las propias escenas. Todo ello está en mi música.".En “A String Around Autumn” el fluir del la viola es el fluir del hombre en la naturaleza. El hombre y la naturaleza se funden en uno, diferenciados pero unidos, su espíritu entra en comunicación con el cielo y la tierra y penetra en todos los seres. La viola representa al ser humano observando la naturaleza en sus escenas otoñales.

Takemitsu adapta su praxis compositiva y artística a toda esta filosofía. Huye de estructuras formales, de reglas y leyes compositivas fijas. Leyes, dogmas y reglas compositivas que generaron movimientos artísticos vanguardistas como el dodecafonismo, con Schomberg o Webern o como los serialismos de Messien y Boulez, o de todo lo que fuera electroacústica como en Stockhausen. Todas generadas a partir de razonamientos lógico-racionales y científicos que claramente no se adaptan a sus pretensiones y objetivos artísticos. Pero, por el mismo motivo, también rehúsa las teorías tonales y harmónicas clásicas. Para enfrentarse a una música tan pura, cristalina y natural como el agua misma, debemos partir del vació y del silencio. La libertad exigida al creador debe ser total y no puede estar sujeta a ninguna norma ni tratado artístico. El sonido puro y la conciencia de la naturaleza son las únicas herramientas artísticas disponibles. Como dice el propio Takemitsu: "Un sonido es, sin duda, algo vivo. Es como la naturaleza, que no tiene individualidad. Igual que las transformaciones de viento y agua son complejas, un sonido se hace rico o incluso pobre. Eso depende de cómo nuestras sensibilidades acepten el sonido. Nosotros los compositores no deberíamos asumir una actitud arrogante frente al sonido, porque escribimos música en colaboración con sonidos. Lo que importa es cómo podemos hacer realmente natural el acto artificial de escribir música."

Si alguna influencia de música anterior podríamos encontrar en Takemitsu, quizás venga del impresionismo de Debussy. Un impresionismo llevado al extremo, purificándolo todavía más y más de clasicismos y romanticismos. Pero como en el Tao, a medida que vamos intentando expresar, argumentar o describir la música de Takemitsu, nos vamos alejando irreversiblemente de ella.  

En definitiva, nos encontramos ante toda una experiencia sensitiva, de simbiosis con el universo. Unas obras maravillosas de Takemitsu.

 
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