martes, 5 de julio de 2011

SAMUEL BARBER: CELLO CONCERTO

Dos versiones del concierto para violonchelo de Samuel Barber. La primera de la chelista Anne Gastinel con la Birmingham Orchestra dirigido por Justin Brown. Y una versión histórica de 1950, dirigida por el propio Barber, con la New Symphony Orchestra y Zara Nelsova al Cello. Aunque el sonido es mono, es un documento valiosísimo a tener como referencia. 


  
Descargar: Barber Cello Gas




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Aaron Copland (1900-1990), Roy Harris (1898-1979), Charles Ives (1874-1954), Samuel Barber (1910-1981), William Schuman (1910-1992) o el propio Leonard Bernstein (1918-1990) entre otros son la música clásica americana. Esa generación de músicos estadounidenses de la primera mitad del siglo XX y que Leonard Bernstein se encargo de difundir y dar a conocer. Resulta curioso encontrar, en la música creada por está generación, un estilo, características y afinidades comunes, que hace que se pueda hablar incluso de movimiento musical y sobre todo de una música clásica americana mas allá de Gerswhin. Una serie de características comunes, más allá de la nacionalidad, los agrupa y define. Podríamos decir que sus obras, en general, rehúsan el experimentalismo por el experimentalismo tan en boga en Europa en este periodo histórico, son “fascinantes” y francas, “amplias como el paisaje americano”, contienen el espíritu libre americano, muy expresivas sin llegar a expresionismos, algunas mas neo-románticas que otras, en general siguiendo estructuras clásicas y formas tonales, cosa que las hace asequibles y cercanas para ser música del siglo XX.

           Otra característica importante es que son músicas con un aire y un fondo de escénicas o cinematográficas, muchos compositores de bandas sonoras de esa época, como el gran Bernard Herrmann (Ciudadano Kane, psicosis, vértigo,…) o los mas clásicos Alfred Newman (Beau geste, cumbres borrascosas, la tentación vive arriba…) y Max Steiner (King Kong), podrían incluirse aquí. Y de hecho muchos de los compositores de bandas sonoras actuales como John Williams, Alex North o Jerry Goldsmith muestran claramente la influencia de la música de esta generación en su música.

           En definitiva, música nueva que se pueden diferenciar claramente de todo lo que se estaba haciendo en ese mismo momento en Europa, de tanto o mas nivel y valor artístico. Una rama más del árbol de la creación musical a tener muy en cuenta.

           De todos ellos, el primero que me llegó y despertó mi interés por todos los demás fue Samuel Barber. Después de escuchar su fantástico concierto para violín y orquesta, empecé a buscar más grabaciones suyas y las de sus contemporáneos. Realmente encontré un filón de buena música, nuevo conocimiento, nuevas sensaciones y nuevas experiencias para disfrutar.

    Samuel Barber es el más lírico, sensible y expresivo de todos, más lejos de experimentalismos que otros y muy personal. Sus melodías, forma, orquestación y estilo son reconocibles a leguas de distancia. Mas allá del conocidísimo “Adagio para cuerdas” posee una numerosa obra, personal y de mucho valor.

     El Concierto para chelo y orquesta Opus 22 es uno de los mejores conciertos para Chelo y orquesta del siglo XX. Tiene muy trabajada y estudiada la parte del solista, ya que la obra fue un encargo específico para la famosa chelista Raya Garbousova
. Con la cual Barber estudio, analizó y ensayo las posibilidades del instrumento mientras escribía las partes solistas. Por su dificultad interpretativa y técnica el concierto ha sido relativamente poco ejecutado y grabado, pero ahora está volviendo a los escenarios y los grandes chelistas actuales lo están empezando a incluir en su repertorio. Situado cronológicamente entre el fantástico concierto de violín y el de piano, en el podemos encontrar concentrado todo el estilo y la forma artística de Barber, fuerte expresividad y exhuberancia, gran lirismo, franqueza, vigor y fuerza, amplitud harmónica dentro de la tonalidad, originalidad, concentración de medios y conciso.

           Estructurado en la forma clásica concertante de tres movimientos, el primer movimiento es un ejemplo de todos los matices expresivos de Barber. Empieza con fuerza, con tres golpes fuertes vigorosos y concisos de la orquesta, para presentar enseguida un primer tema exuberante casi oriental, aparecen unos motivos rápidos, cortos y obsesivos de danza y a continuación una de esas melodías de gran lirismo que en Barber llegan al límite del sentimiento pero sin cruzar la frontera de la cursilería. Entra el violonchelo y a partir de aquí empieza el camino y se establece el dialogo entre el violonchelo y la orquesta. Durante ese camino estas cuatro partes o temas van evolucionando, creciendo, variando y enriqueciéndose con el dialogo entre la orquesta y el solista hasta la fantástica coda.

            El segundo movimiento, andante sostenuto, es el corazón, el centro y el alma del concierto. Aquí aparece el Barber más sensible y expresivo. Una melodía suave, preciosa, infinita, es presentada por el chelo, seguida rápidamente en forma de canon por los vientos. La melodía parece no tener fin y a medida que evoluciona se van incorporando otros instrumentos en momentos distintos, surgiendo varias líneas melódicas en distinto tiempo haciéndola crecer y crecer obsesivamente aumentando el lirismo y la sensibilidad hasta alcanzar un clímax melódico. Después lentamente retroceden y se van apagando para volver al final del movimiento mostrando, ahora si, ordenadamente y con fuerza la melodía acabada al unísono.

         El molto allegro final es dramático, turbulento, fuerte y dinámico. El dialogo entre chello y orquesta es constante. Parece como una lucha entre el chello y la orquesta repitiendo uno lo que dice el otro y vuelta a empezar. Esa turbulenta discusión entre el chello y la orquesta nos lleva a la coda final, donde el chello se confiesa en soledad, para posteriormente fundirse súbitamente con todo la orquesta en el acorde final.

Imprescindible, mágico y maravilloso concierto para chello. 


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